miércoles, 24 de agosto de 2016

MEMORIAS DE UN ALCALDE Ciudad Rodrigo 1983-1991



Un familiar me obsequia con este libro que acabo de recibir. El mismo viene dedicado con unas afectuosas palabras de su autor, Miguel Cid Cebrián, del día de su presentación a primeros de julio en Ciudad Rodrigo, la antigua ciudad mitrada donde fue alcalde electo durante dos legislaturas.

El volumen con más de 340 páginas es grato de leer, y cómodo de portar amén de un precio apropiado para todos los bolsillos; siempre pienso si cuando nos gastemos más en libros que en juegos de loterías, envite o azar, promocionados por el propio Estado, habremos alcanzado el nivel suficiente y justo de esos lujos culturales que admiramos en nuestros vecinos europeos.
Además me sonrío cuando veo la editorial del libro, toda vez que conozco esa firma desde hace muchos años en el castizo barrio de Chamberí; por cierto es el mismo distrito donde el letrado Cid Cebrián sigue manteniendo su despacho. Igualmente conozco a todos cuantos le acompañaron en la mesa de presentación, en ese marco tan particular como es el Teatro Nuevo Fernando Arrabal de su ciudad natal.

Con todos estos ingredientes citados, el lector puede suponer que este comentarista lo ha pasado bien, muy bien, durante la lectura de un libro que me parece necesario para quienes quieran conocer los aconteceres políticos y sociales de Ciudad Rodrigo en un período tan determinado como fueron esos años desde 1983 a 1991. Anticipo también que me es difícil ser imparcial cuando de por medio reconozco el aprecio y respeto dedicados, mutuamente, toda vez que nunca entramos el uno en el terreno del otro. Siempre he tenido claro mediando una amistad o familia de por medio, se deja la política a la puerta de casa.

Se nota el docto oficio del antiguo corregidor, aparte de las ayudas que ha podio tener, y que además agradece, por cómo ha desarrollado toda su exposición literaria, histórica a la vez, mediante un prólogo del actual alcalde mirobrigense, su introducción y planteamiento inicial, más quince capítulos bien documentados e ilustrados, para terminar en el correspondiente epílogo, unos documentos anexos y un final de dedicados agradecimientos; detalle éste que viene a redundar en el popular dicho “de bien nacidos es ser agradecidos”.

Esta es mi primera impresión, lejos de coincidir con aquellos cuando piensan que Miguel cuanto hace es ponerse medallas. Yo observo que es mucha gratitud cuanto pone en negro sobre blanco, empezando por su querida esposa, sus hijos, sus padres y hermanos, pues no en balde fueron éstos, los más cercanos, quienes hubieron de soportar el voluntariado político que aceptó llevar adelante nuestro referido autor.

La lista de personajes o de sencillas personas, a todos cuantos cita, es difícil de relacionar por no omitir a alguno sin querer, en esos años tan precisos de cuando se consolidaba la Transición en España; todos aportaron con su labor o con sus críticas unas soluciones para tantas carencias como se  observaban en Ciudad Rodrigo. Pero algo se hizo, y eso es lo importante. Yo suelo pensar, cuando viajo por el oeste español, esa zona de la profunda Castilla y León que media entre el Duero y la Extremadura, que nos sobran ahí muchas críticas y faltan muchos hechos. Digo ésto porque en la comarca de Ciudad Rodrigo había iniciativas particulares o municipales, en esos años citados, que fueron criticadas hasta la saciedad; así no era ni es posible prosperar nunca. Si donde hay harina no hay mohína, eso se traduce porque muchos han arrimado el hombro como corresponde.
Si bien de todos es conocido que la vieja ciudad del Conde Rodrigo tiene su impronta religiosa, dada la cantidad de edificios que conforman parte de su monumentalidad, o militares por ser un baluarte defensivo hasta bien mediados los años del pasado siglo XX, era normal que un alcalde afiliado al Partido Socialista Obrero Español cumpliera con todas las autoridades civiles, sociales, religiosas y militares por tener plaza en la antigua Miróbriga. Eso era progreso de verdad.

En esos años de primera autoridad munícipe Miguel supo estar con todas las capas sociales, pues durante mis veranos en la capital del campo charro tenía ocasión de ver cómo hablaba con todos sus vecinos; desde quienes disponían de titulo nobiliario, solicitando la apertura de los palacios para conocer el arte que guardaban entre sus muros tan olvidados como tan poco visitados; o viajar en el camión de la basura para ver cómo funcionaba el servicio de noche, e incluso en el propio despacho mayor de la alcaldía llamar a una funcionaria con tal de ayudar entre ambos a una vecina para redactar a ésta una reclamación por el aumento de las tasas en el consumo de agua potable.

Esto son meros detalles, porque a la postre, y eso que mis raíces familiares por vía materna o conyugales siempre me han unido a esta tierra salmantina y me han dado cobijo temporal en ella, yo no he llegado a vivir plenamente los logros que obtuvo Miguel Cid con su equipo de concejales… incluida la oposición, pues al final, a pesar de una moción de censura que hubo de superar, distintas opiniones y posiciones, tiranteces y escasas alabanzas, todos llegaron a dilucidar que algo positivo se había obtenido en esos dos períodos electorales.

Dada su condición de parlamentario, pienso yo, ésta le tenía que traer de cabeza  andando de un lado a otro; pero sin embargo sí supo bien aprovechar ese estatus para acercar a Ciudad Rodrigo políticos de primer nivel que por entonces gobernaban los destinos de este país. Si entre esos hilos podía venir alguna mejora para su ciudad natal, se hizo como lo haría cualquier hijo de vecino. Así lo han hecho otros paisanos de este hermoso país, llevando a sus predios todo cuanto acontece para dotar de mejoras a sus lugareños gobernados, aún a pesar de que otros pueblos monumentales quedaran relegados en el rincón del olvido territorial. Cuando ya no era alcalde Miguel Cid, y después de 40 años de retrasadas gestiones, por fin, llegó la autovía que unió Salamanca capital con las orillas del río Águeda.

Si algún aspecto relativo al quehacer de este corregidor –en esos años- advierte el lector que no se ha tocado, Miguel Cid promete aumentar y explicar todo detenidamente para una próxima edición. Es un buen detalle que se agradece. Como ha sabido hacer el autor con sus recuerdos a tantos y tantos como no están ahora con nosotros; leales y opositores no han tenido oportunidad de ver cómo les reconoce sus valores que pusieron sobre la mesa, sobre unos periódicos, o por el medio que estimaran oportuno, con tal de lograr que Ciudad Rodrigo prosperara.

Me he quedado con una cita, de nuestro Monarca Emérito, en su visita de abril de 1984: “Declaro a Ciudad Rodrigo, ciudad abierta al futuro” y le falto añadir “temporal” porque en esa temporalidad veo yo a la ciudad de mis mayores, temporalmente esperando y esperando siempre. Enhorabuena Miguel, porque al menos tú te has justificado y es otro detalle a esperar entre la desesperanza de los políticos de hoy.
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